Enmudecimos el cielo con nuestra estridencia de luz. No podríamos utilizar astrolabios ni sextantes para ordenar la confusa y vacía claridad del firmamento nocturno.
Debemos conformarnos con la timidez anaranjada de nuestras luminarias. La geografía artificial de nuestras ciudades traza en el cielo una nada homogénea. Transcurrimos a la sombra de un espejo velado. Invertimos el cielo y la tierra: navegamos las nubes y hemos estrellado las ciudades.
Somos testigos implacables de cómo la ciudad engulle como una marabunta de hormigas las montañas que la circundan. El monstruo de luz lentamente devora barrancas, árboles y llanos.
Su relieve desordenado me inquieta. La geometría amenazante del concreto hiere los fractales verdes de los árboles; veo venir hacia mí —con la lentitud de un coloso— al monstruoso Atlas e, inmóvil, lo aguardo. Los ángulos rectos invaden el mundo y cunden la vista despreocupada de los pasajeros del tren —esa horrible cadena de rectángulos.
Tren suburbano, 13 de octubre del 2012
#1 por Francisco Valdez el noviembre 3, 2012 - 2:20 am
Que bueno que regreses a este blog, ademas de estar en atomix.